150 AÑOS DE HISTORIA: EL LEGADO BIBLIOGRÁFICO DEL COLEGIO ROSALES, 1872-1880


150 YEARS OF HISTORY: THE BIBLIOGRAPHIC LEGACY OF COLEGIO ROSALES, 1872-1880


Sección: Avances de investigación


Doctor en Historia Leonel Rodríguez-Benítez

https://orcid.org/0009-0001-7287-6576

leonelrodriguez@uas.edu.mx


Recibido: 21 de febrero de 2024.

Aceptado: 27 de marzo de 2024.

Resumen

El Colegio Rosales es el plantel educativo que dio origen a la actual Universidad Autónoma de Sinaloa. Con la fundación del Liceo Rosales en 1873, reabierto en 1874 con el nombre de Colegio Rosales y con sede en Culiacán, iniciaron los trabajos para formar la biblioteca que auxilió a estudiantes y profesores en sus actividades de enseñanza-aprendizaje. Con motivo de las celebraciones de los ciento cincuenta años de la Universidad Autónoma de Sinaloa se destaca la etapa histórica inicial de la formación del primer fondo bibliográfico, desde 1872 hasta 1880, año en que se elaboró el primer catálogo del acervo. Con ese fondo bibliográfico inició también la historia de la Biblioteca Universitaria, que tiene una antigüedad de siglo y medio, igual que la Institución. Este artículo expone los mecanismos seguidos en esos primeros años para el acopio de libros y publicaciones periódicas que fueron de utilidad para la comunidad escolar y para la sociedad sinaloense, ya que la Biblioteca del Colegio Rosales fue decretada oficialmente como Biblioteca Pública del Estado de Sinaloa en 1885.

Palabras clave: Historia institucional, Colegio Rosales, Biblioteca, Historia, Siglo XIX.


Abstract

The Colegio Rosales is the educational institution that laid the foundation for what is now the Universidad Autónoma de Sinaloa. The establishment of the Liceo Rosales in 1873, which was reopened in 1874 under the name Colegio Rosales in Culiacán, initiated efforts to create a library to support students and teachers in their educational endeavors. As part of the celebrations for the 150th anniversary of the Universidad Autónoma de Sinaloa, this article highlights the initial historical phase of forming the first bibliographic collection from 1872 to 1880, the year the first catalog of the collection was compiled. This bibliographic collection also marked the beginning of the history of the University Library, which is now a century and a half old, just like the institution. This article explores the mechanisms employed in those early years to collect books and periodicals beneficial to the school community and the broader society of Sinaloa. Notably, in 1885, the Rosales College Library was officially designated as the Public Library of the State of Sinaloa.

Keywords: Institutional history, Colegio Rosales, Library, History, 19th century.

Introducción

Como es tradicional en los entornos académicos y culturales, las celebraciones de aniversarios van generalmente acompañados de revisiones y reflexiones sobre la comprensión del suceso traído a la memoria y de su significado a través del tiempo. Tal es el caso del ciento cincuenta aniversario de la fundación de un plantel educativo que fue el embrión de la actual Universidad Autónoma de Sinaloa, que conmemoramos hace pocos meses. Con esta idea, la historiografía sinaloense dedicada al estudio de la cultura y la educación podrá ser enriquecida, o al menos recibirá un poco de atención en el contexto de dichas celebraciones: la fundación, reitero, del Liceo Rosales, espacio educativo originario de nuestra Universidad, la institución de mayor relevancia en los quehaceres de la cultura y la educación superior en el estado de Sinaloa.

Entusiasmado por la posibilidad de contribuir en esta parcela historiográfica, hace pocos años me propuse investigar sobre la formación de la primera biblioteca escolar en lo que se denominó Liceo y luego Colegio, cuyo origen ubico en la fecha misma en que se concibió ese centro escolar. Puede observarse que el asunto y el periodo de estudio que escogí son tan específicos como inexplorados. Me atrevo a calificarlos así porque las historias recientes del Colegio Rosales, que no son muchas pero que sí son importantes para la historiografía institucional, sólo ofrecen menciones, y en forma breve o tangencial, de la época inicial de la biblioteca de aquel Colegio. A pesar de su marcada delimitación, el tratamiento histórico del tema es complejo porque tiene relación estrecha con numerosos componentes relacionados que apenas han sido vislumbrados en esa historiografía y que requieren estudios particulares, entre otros, pueden mencionarse los planes de estudio propuestos, la planta docente formada, el funcionamiento integral del Colegio y los textos designados para apoyar directamente a profesores y estudiantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Considerando el servicio bibliográfico como apoyo imprescindible en la tarea educativa, he emprendido el estudio del origen de la biblioteca del Colegio Rosales, desde su primer planteamiento en 1872, hasta la formación de su primer fondo bibliográfico, que se materializó en 1880, sin olvidar que su existencia oficial está fechada en 1885 por un decreto que le dio, en forma simultánea al reconocimiento formal de ese espacio, el carácter de biblioteca pública que prestaría sus servicios en Culiacán y estaría ubicada en las instalaciones del referido Colegio. Aunque hemos publicado un acercamiento al tema con mayor extensión y comprendiendo un periodo más amplio (Rodríguez Benítez, 2017, pp. 289-306), este es, en suma, el acotamiento temático y temporal del presente texto.


Los primeros planteamientos para una biblioteca

En el contexto de un difícil ejercicio de gobierno, cuyos poderes estatales radicaban en el puerto de Mazatlán en los primeros años de la década de 1870, el gobernador Eustaquio Buelna encabezó un grupo de interesados en fortalecer la administración pública sinaloense y llevar adelante sus propuestas, entre las que destacamos la educación, en ese tiempo llamada instrucción pública. Con algunos intentos previos de establecer en esa ciudad porteña una escuela de educación secundaria, con resultados más o menos fallidos, en los que participó en forma importante el diputado Francisco Gómez Flores, ese grupo aprovechó uno de los períodos de relativa tranquilidad política para presentar a la Legislatura la propuesta de creación de una institución de educación secundaria, que fue aprobada en los últimos días de diciembre de 1872 (Boletín Oficial, 1873, pp. 39-40).

El plantel creado por un decreto fue el Liceo Rosales ─denominación que obedeció a una deuda moral y política del grupo gobernante con el extinto Antonio Rosales, su correligionario liberal y puntal en la defensa republicana en Sinaloa─, que se estableció en Mazatlán al iniciar 1873 y que fue pensado como un espacio educativo moderno, aun cuando el gobierno estatal contaba con limitados recursos humanos y económicos. Para lograr la actualidad requerida en ese nuevo plantel, entendemos que sus iniciadores identificaron dos prioridades, entre otras que se les presentaban: que el colegio ofreciera una enseñanza práctica, objetiva, de los conocimientos que así lo requerían, y que esa enseñanza tuviera el soporte documental-bibliográfico que facilitara el flujo conveniente de conocimientos nuevos, con diversidad, hacia los actores del proceso educativo.

Esas dos prioridades fueron atendidas, al menos intencionalmente, en el articulado del decreto fundacional y en el presupuesto de egresos de la administración estatal para el año de 1873, al establecer que se proveyeran recursos para la compra de muebles, útiles y máquinas, y para la formación de una biblioteca (Boletín Oficial, 1873, p. 40).1

Igual que había sucedido en anteriores propuestas, el decreto de 1872 consideró la creación de un cuerpo colegiado, con la denominación de Junta Directiva de Estudios, que resolviera lo conducente para el desarrollo de la instrucción pública en Sinaloa. El artículo 6º del decreto mencionado propuso integrar esta Junta con el rector del Liceo y sus profesores, más tres miembros honorarios nombrados por el Congreso estatal. El Lic. Francisco Gómez Flores fue nombrado rector del Liceo Rosales a principios de 1873 (Boletín Oficial, 1873, p. 40). Los primeros acuerdos de la Junta, sesionando en Mazatlán, se enfocaron al inicio de las actividades del Liceo y entre esos acuerdos subrayamos los que reiteraron su preocupación por establecer la enseñanza experimental y disponer de los materiales bibliográficos indispensables. Efectivamente, en una sesión de junio de 1873, dos semanas después de que finalmente se abrieron los cursos, la Junta comisionó a dos de sus miembros para que gestionaran la adquisición de los materiales necesarios para los laboratorios y que solicitaran información a los colegios de la ciudad de México sobre los libros de texto más adecuados. La cita textual de Monjaraz (1947), tomada de un libro de actas de la Junta Directiva que consultó en el archivo de la Universidad, es la siguiente:

La Junta Directiva de Instrucción Pública, en acuerdo tomado en sesión efectuada el día 21 de junio de 1873, comisionó a los señores Ramón Ponce de León y Mariano Zúñiga para que gestionen la compra de instrumentos de laboratorio a Europa y soliciten informes sobre listas de libros de texto a los Colegios de la Capital de la República. (p. 9)

Meses más tarde, en marzo de 1874, cuando la institución educativa fue reabierta en Culiacán con el nombre de Colegio Rosales, las disposiciones gubernamentales agregadas en el decreto del plan de estudios otorgaron a la Junta Directiva de Estudios facultades de interés para el caso que expondremos aquí. Por su estrecha relación con la potencial formación de una colección bibliográfica escolar, la más relevante de esas


1 El artículo 7º del decreto señala que se proporcionarían tres mil pesos para la compra de muebles, útiles y máquinas; en tanto que el artículo 8º señala que se destinarían mil pesos para establecer una biblioteca en el colegio. Ambos gastos se cargarían al fondo de instrucción pública del presupuesto estatal de egresos para 1873.

atribuciones ─plasmada en el artículo 28, fracción 6ª─ fue la de designar los textos que servirían para la enseñanza de las asignaturas en cada ciclo escolar, no sólo de la educación secundaria (equivalente a preparatoria) y profesional en el Colegio Rosales sino también de los planteles de educación primaria del estado (Boletín Oficial, 1874, p. 27).

La definición de criterios para la formación de un fondo bibliográfico

La mencionada decisión práctica que la Junta tomó en junio de 1873, de recurrir a los planteles educativos de la capital del país para informarse de los libros de texto que utilizaban, le permitiría tener rápidamente los primeros datos confiables de los textos que podrían servir en los cursos del Liceo sinaloense y, con las posteriores atribuciones conferidas a la Junta en marzo de 1874, le facilitaría también cumplir con la obligación de señalar los libros de texto para los cursos en las diferentes asignaturas del Colegio. Una tercera derivación del acuerdo de junio de 1873, trascendente en nuestra opinión, fue que de esta manera la Junta tendría una primera e importante orientación acerca de los títulos que deberían adquirirse con prioridad para formar el acervo bibliográfico.

Con el traslado del proyecto educativo a Culiacán correspondió a la nueva Junta, dirigida a partir de enero de 1874 por Ismael Castelazo, ingeniero de minas y director de la Casa de Moneda, en sustitución del abogado Francisco Gómez Flores, tomar un acuerdo que confirmaría el criterio prevaleciente para seleccionar los impresos que paulatinamente formarían el primer fondo bibliográfico en el Colegio Rosales. Ese acuerdo fue tomado en enero de ese año y consistió en que el plan de estudios del centro educativo sinaloense se elaborara para que estuviera conforme al vigente en el Distrito Federal, en la enseñanza secundaria (o preparatoria), con la finalidad de que los estudiantes locales egresados de ese nivel fueran admitidos con simples certificados en los colegios profesionales de la capital, fundamentalmente en las carreras que no ofrecería el Colegio local (Orozco, 1874). El Plan de Estudios se publicó en marzo de 1874 siguiendo esos lineamientos, pero la decisión de apegarse al plan de estudios del plantel homólogo de la ciudad de México, la Escuela Nacional Preparatoria fundada en 1867, se logró parcialmente hasta 1880. Esa medida implicaba también adherirse a los textos elegidos por aquella planta docente, así que esa fue la principal orientación desde 1874 para la selección de los títulos necesarios en la biblioteca escolar, que hasta ese momento era inexistente.

Sin embargo, el proceso ya iniciado para la elección de los textos que apoyarían los cursos del Colegio Rosales y la ejecución de los acuerdos que llevarían a la adquisición de los primeros impresos tomó un camino inesperado por los profesores y directivos del Colegio Rosales y por los demás miembros de la Junta. El nuevo horizonte que se presentó en la tarea educativa fue motivado por la baja preparación que mostraron los estudiantes matriculados en 1874, efecto de las deficiencias en el sistema de educación primaria en la región, lo que obligó a la apertura extraordinaria de cursos elementales en el Colegio Rosales para completar su educación en escritura, lectura y aritmética. Entonces, como consecuencia natural, a la primera identificación de la bibliografía que apoyaría la enseñanza secundaria (preparatoria) se sumaron títulos de utilidad para la instrucción elemental, según se desprende de los listados de adquisiciones e inventarios de esos años.


Formación del fondo bibliográfico y creación del espacio bibliotecario

Las primeras adquisiciones de libros para el Colegio fueron realizadas desde 1873 y continuadas en 1874 y 1875 por el gobierno estatal, encabezado por el licenciado Eustaquio Buelna, siguiendo recomendaciones de la Junta Directiva de Estudios, aunque partieron de la notoria iniciativa del mismo gobernador.

Existe registro de la primera compra de un libro para el Liceo Rosales de Mazatlán, el Curso elemental de Geografía Universal, de Antonio García Cubas, que autorizó el Congreso estatal en marzo de 1873 y cuyos ejemplares se distribuirían también a las escuelas superiores que se propuso establecer en los distritos del Estado (Boletín Oficial, 1873a, pp. 58-59). En 1874, con el acompañamiento de Ismael Castelazo, presidente de la Junta Directiva de Estudios, Buelna promovió la compra de suscripciones a publicaciones periódicas científicas que serían útiles para el plantel educativo y para los agricultores y mineros sinaloenses: La Naturaleza, revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, El Minero Mexicano, de la Sociedad Minera Mexicana y El Cultivador, publicación sobre agricultura, circularon en Culiacán y fueron reseñadas en la prensa local y, para esta última, el Congreso sinaloense autorizó la compra de suscripciones (¡Adelante!, 1874a, pp. 2-3; Boletín Oficial, 1874a, p. 106). Estas cuatro publicaciones aparecen en inventarios y catálogos de la Biblioteca.

La inicial compra de libros fue destinada para apoyar los cursos que se ofrecieron en el ciclo escolar de 1874 ─que incluyeron los programados para regularizar al alumnado en los conocimientos básicos─ y parte de ese paquete bibliográfico se entregó en premio a los estudiantes más destacados en la ceremonia de fin de cursos (¡Adelante!, 1874, pp. 1-3; Monjaraz, 1948, p. 56).2 De igual manera, en el ciclo escolar de 1875, del acervo bibliográfico en formación se destinaron algunos títulos como textos para el servicio de los cursos y otros fueron entregados a los mejores estudiantes el 28 de noviembre en el acto de premiación al final de los cursos (El Estado de Sinaloa, 1875, pp. 2-4). Como una muestra de los primeros títulos que constituyeron la naciente colección bibliográfica del Colegio Rosales, el Cuadro 1 presenta un resumen de los impresos adquiridos para destinarse al servicio de la enseñanza y para premiar a los mejores estudiantes al final de los cursos de 1875.

El acopio de los libros de texto para los estudiantes y los profesores, según eran requeridos en los ciclos escolares, fue una experiencia que satisfizo de momento a la Junta Directiva de Estudios y a los dirigentes del Colegio, pero debió ser insuficiente para el crecimiento del plantel educativo ─en calidad académica y en matrícula─, que deseaban fuera competitivo frente a otras instituciones de educación secundaria (preparatoria) y profesional del país. Además de su evidente utilidad, en opinión del profesorado, la Biblioteca era una de las áreas con que la institución educativa podía mostrar su crecimiento y obtener mayor reconocimiento social, local y regional en primer término. Fue así como el director Luis G. Orozco promovió el establecimiento formal de la biblioteca del Colegio a finales de 1876, según informó años después, apoyado decididamente por los profesores Ramón Ponce de León y Jorge R. Douglas. En principio, el núcleo central de la colección bibliográfica estuvo formado con los libros de la propiedad del mismo ingeniero Orozco y de los dos profesores mencionados (Cruzado, 1890, p. 50).


2 Los cursos del ciclo escolar de 1874 iniciaron en marzo y concluyeron en septiembre. En este ciclo funcionaron las academias de varones y señoritas en el primer trimestre, enfocadas en las lecciones de Lectura, Escritura y Aritmética; también en este ciclo inició el programa específico de educación secundaria en el segundo trimestre con los cursos de gramática castellana, geografía e idiomas. Los exámenes se realizaron en octubre y el 1 de noviembre se efectuó la ceremonia de fin de cursos, en la que se premió a los mejores estudiantes con la entrega de un diploma que acreditaba sus méritos y, en forma notable, recibieron ejemplares de libros, de los que desconocemos sus títulos.

Cuadro 1

Colegio Rosales. Ciclo escolar de 1875.

Cursos, libros de texto y libros obsequiados en premiación.


Cursos

Libros de texto

Libros obsequiados

Francés

Noël, François et Charles-Pierre Chapsal, Nouvelle grammaire française, Paris, 1860, y

Fivas, Victor de, Introduction à la langue française, Toronto, 1874

Saint-Loup, Louis, Tratado elemental de geometría plana y del espacio, París, 1873

Inglés

Robertson, Theodore, Nuevo curso

práctico, analítico, teórico y sintético de Idioma Inglés, Nueva York, 1872

Sin obsequio

Latín

Nebrija, Antonio de, Gramática latina, París, 1869

Autores selectos de la más pura latinidad, París, 1869, 3 v., y

Saint-Loup, Louis, Tratado elemental

de geometría plana y del espacio, París, 1873

Dibujo natural, 1ra clase

Sin datos

López de Bustamante, Antonio,

Almacén de la juventud, París, 1873

Dibujo natural, 2da clase

Sin datos

Ganot, Adolfo, Tratado elemental de física experimental y aplicada y de meteorología, Madrid, 1868, y

Callet, François, Tables portatives de logarithmes, Paris, 1871

Dibujo lineal

Sin datos

Saint-Loup, Louis, Tratado elemental

de geometría plana y del espacio, París, 1873

Teneduría de libros

Marsh, Christopher Columbus, La ciencia de teneduría de libros, Nueva

York, 1874

Borrego, Andrés, Principios de economía política, Madrid, 1844

Matemáticas, 1er curso

Varios autores (sin datos)

Sin obsequio

Academia de Varones: Escritura

Sin datos

Sin obsequio

Academia de Varones: Aritmética práctica

Sin datos

Carreño, Manuel Antonio, Compendio del manual de urbanidad y buenas

maneras, Nueva York, 1860

Música

Sin datos

Gomis, José Melchor, Méthode de solfège et de chant, 1ère partie, Paris,

[1826]

Academia de Señoritas: 1ra clase (Aritmética, Geografía e Historia de México)

Sin datos

Solís y Rivadeneyra, Antonio de, Historia de la conquista de Méjico, París, 1858, y

Hermosa, Jesús, Compendio elemental de geografía y estadística de la República Mejicana, París y Méjico, 1870, y

Letronne, Antoine Jean, Curso completo de geografía universal

antigua y moderna, París, 1864

Academia de Señoritas: 2da clase (Principios de Aritmética y

Geografía)

Sin datos

Sin obsequio

Academia de Música (anexa al Colegio)

Sin datos

Serrano de Wilson, Emilia, Almacén de Señoritas, París, 1860, y Carreño, Manuel A., Compendio del manual de

urbanidad y buenas maneras, Nueva York, 1860

Fuente: Elaboración del autor, con base en El Estado de Sinaloa, 1875, pp. 2-4.

Desconocemos el inventario de las obras prestadas por estos promotores de la biblioteca, pero los títulos obtenidos en sus estudios profesionales por Orozco (ingeniero topógrafo), Ponce de León (médico) y Douglas (ensayador de metales e ingeniero hidro- agrimensor) nos permiten suponer que el conjunto de las obras que facilitaron representaba esencialmente el área de las ciencias y la tecnología. El gobierno estatal secundó la iniciativa de los profesores y directivos del Colegio, y siguió las recomendaciones de la Junta para aumentar el acervo de la biblioteca realizando compras periódicas de libros en las principales librerías y agencias de publicaciones de la capital del país.

Tras algunos meses del funcionamiento del espacio y el servicio bibliotecarios, abiertos en 1876 en las instalaciones del Colegio (El Estado de Sinaloa, 1886, pp. 1-2; Olea, 1978, p. 4),3 la Junta Directiva de Estudios del Estado planteó su transformación en una biblioteca pública. Después de tomado el acuerdo, la Junta anunció en noviembre de 1877 que la biblioteca pública sería abierta en el mismo Colegio Rosales, en enero de 1878, y que ya estaba formada, decía el comunicado, «con los libros del servicio particular de sus miembros» (El Estado de Sinaloa, 1877, p. 293). Los preparativos para la formación de una colección que fuera interesante para los posibles usuarios externos, es decir ajenos en buena medida a la cotidiana actividad escolar, consistieron en engrosar su inventario solicitando donaciones a las dependencias de los gobiernos nacional, estatal y municipal, lo mismo que a las sociedades científicas y a particulares. El gobierno estatal respondió de inmediato entregando diversos impresos que estaban en sus oficinas y que consideró de utilidad para esa biblioteca (El Estado de Sinaloa, 1877, p. 293).

Antes de anunciar la próxima apertura de la biblioteca pública, en octubre de 1877, el ingeniero Luis G. Orozco se dirigió al secretario de Fomento del gobierno federal, Vicente Riva Palacio, en forma personal pero obedeciendo los acuerdos de la Junta Directiva de Estudios, solicitando una donación de las publicaciones de esa importante

dependencia ─con un extenso y rico catálogo de publicaciones científicas y técnicas, referidas principalmente a la problemática industrial, económica y social de México─ para incorporarlas, escribió, a la colección bibliográfica de la biblioteca pública que se estaba formando. La solicitud tuvo rápida respuesta, testificada en los oficios intercambiados, y fructificó en una de las primeras donaciones que sumaron al acervo un lote de publicaciones de interés para el estudio histórico, geográfico, estadístico y científico en general de la República Mexicana, que hemos identificado y descrito con detalle en otra publicación (Rodríguez Benítez, 2017, pp. 297-300).4 Casi al mismo tiempo hubo otras donaciones del gobierno federal a través de la secretaría de Justicia e Instrucción Pública. Con estos y otros impresos se formó el primer conjunto de libros y revistas que fueron ofrecidos en la biblioteca pública a los lectores, no únicamente a los miembros de la comunidad del Colegio Rosales sino también a los usuarios interesados procedentes de diversos sectores de la sociedad sinaloense.


3 El Colegio Rosales inició las actividades de su apertura en Culiacán en el local de la Casa de Moneda, actual esquina sureste del crucero de la calle Antonio Rosales y avenida Domingo Rubí, con la instalación de la Junta Directiva de Estudios en enero de 1874 y con las inscripciones de los jóvenes interesados en estudiar en el Colegio. A partir de marzo, aproximadamente, el Colegio ocupó una casa ubicada en la esquina sureste de las actuales calle Ángel Flores y avenida José María Morelos. En una sala de ese local se ubicó la Biblioteca del Colegio hasta 1882, en que se mudó al edificio de La Tercena.


El primer inventario de la biblioteca pública del Colegio Rosales

De acuerdo con nuestras indagaciones, la Biblioteca Pública del Colegio Rosales publicó al menos cuatro inventarios o catálogos entre 1876 y 1905. El primer inventario fue publicado en septiembre de 1880 con las características de un listado de autores y títulos, ambos abreviados, completados con el número de volúmenes existentes y la información mínima del pie de imprenta, no siempre confiable.

Este inventario registró 96 títulos con 797 volúmenes, sin ordenación en el listado de entradas, pero sí con información arreglada en las columnas, según anotamos en el párrafo anterior. Al final de la relación, el encabezado de «Instrucción Primaria» separa los libros que poseía la Biblioteca para ese nivel, por cierto en gran número de volúmenes de cada título, como un indicador de que cumplía funciones de venta o distribución de textos para el sector educativo, como lo hemos constatado para años posteriores. El inventario añade otra información muy importante en el extremo inferior, después del listado, referida a que la Biblioteca aún contaba con 130 volúmenes que los profesores del Colegio Rosales habían prestado para el servicio bibliotecario.


4 En el siglo XIX mexicano destacó la labor editorial e impresora de la Secretaría de Fomento. La donación para la biblioteca pública de Sinaloa consistió en 13 títulos, con 15 volúmenes que incluyen 3 Memorias y 67 números del Boletín del Ministerio de Fomento.

Cuadro 2

Libros del Colegio Nacional Rosales (selección). Culiacán, septiembre de 1880.


Orden en lista

R E F E R E N C I A

(abreviada)

2

Salvá y Pérez, Vicente, Nuevo diccionario francés-español y español-francés, París, 1870

3

Velázquez de la Cadena, Mariano, A dictionary of the Spanish and English languages, New York, 1869

5

Henriet, L. d’, Cours rationnel de dessin à l’usage des écoles élémentaires, Paris, 1876

6

Delafosse, Gabriel, Elementos de historia natural, París, 1875

10

Nebrija, Antonio de, Gramática latina, París, [1877]

16

Youmans, Edward Livingston, Elementos de química, Nueva York, 1869

18

Pascua y Martínez, Ladislao de la, Introducción al estudio de la física, México, 1876

19

Jarriez, Jules, Cours élémentaire des sciences mathématiques, physiques et mécaniques, Paris, 1873

20

Boucharlat, Jean Louis, Éléments de calcul différentiel et de calcul intégral, Paris, 1858

26

Letronne, Antoine Jean, Curso completo de geografía universal antigua y moderna, París, 1864

33

Gómez Hermosilla, José, Arte de hablar en prosa y en verso, París y México, 1877

37

Cortázar, Juan, Tratado de aritmética, París, 1875

41

Balmes, Jaime, Curso de filosofía elemental, Bruselas, [1872]

42

Sierra O’Reilly, Justo, Lecciones de derecho marítimo internacional, México, 1854

48

Royo, José Manuel, Lecciones de agrimensura, París, 1874

59

Contreras, Manuel María, Tratado de trigonometría rectilínea, México, 1878

60

Marroquí, José María, Estudio sobre los verbos irregulares castellanos, México, 1872

64

García Cubas, Antonio, Curso de dibujo topográfico y geográfico, México, 1868

69

Buelna, Eustaquio, Compendio histórico, geográfico y estadístico del Estado de Sinaloa, México, 1877

70

Autores selectos de la más pura latinidad, París, 1858

75

Robles Pezuela, Luis, Memoria presentada a S. M. el Emperador por Ministro de Fomento, México, 1866

87

El Estado de Sinaloa. Órgano Oficial del Gobierno, Mazatlán y Culiacán, 1873 y siguientes

90

Contreras, Manuel, Elementos de moral, Oaxaca, 1873

91

Jiménez de la Cuesta, Eduardo, Tratado teórico-práctico de aritmética mercantil, México, 1879

92

Arriaga, José Joaquín, La ciencia recreativa, México, 1871 y siguientes

Fuente: Elaboración del autor, con base en El Estado de Sinaloa, 1880, p. 3.


El espacio apropiado para esta comunicación nos impide abundar en comentarios sobre los libros registrados en el inventario de 1880. Sin embargo, podemos destacar que la colección bibliográfica reflejó la intención de apoyar los cursos que se adoptarían del plan de estudios preparatorios de la capital mexicana, que seguía en proceso y se formalizaría, sólo parcialmente, a finales de ese año. Para el mismo año de 1880, los únicos cursos profesionales que se ofrecieron pertenecían a las carreras de ingeniería y de derecho, y así encontramos textos con esas temáticas. En el Cuadro 2 mostramos una selección del acervo inventariado, que incluyó títulos tradicionales para los estudios introductorios a los idiomas, las ciencias, la tecnología, la geografía, etcétera, más algunas obras de consulta (diccionarios, enciclopedias) y, por supuesto, el inventario refleja también la existencia de numerosos títulos llegados por donación de las dependencias de las administraciones públicas federal y estatal, más algunos temas de política que habrían interesado a los usuarios externos.

Los vacíos temáticos que pueden observarse en el inventario de 1880, la literatura y la historia entre los más visibles, fueron cubriéndose con relativa rapidez a medida que lo exigieron la apertura de cursos más avanzados de los planes de estudio y el crecimiento de la demanda de los escasos lectores externos.


Conclusiones

A principios de la década de 1880, la comunidad del Colegio Rosales contaba con 60 estudiantes y 15 profesores, conformando una pequeña población que potencialmente acudiría a la sala de la Biblioteca, también conocida como sala de Estudios, para solicitar alguna publicación. En esa época, las solicitudes se hacían directamente al Prefecto de Estudios, ya que el cargo de Bibliotecario no se creó hasta 1885. Los usuarios del servicio bibliotecario eran, por lo mismo, un pequeño pero significativo grupo que encontró ahí un importante apoyo para su formación (Martínez de Castro, 1882, p. 161).

Tenemos una idea del crecimiento del acervo de la Biblioteca Pública del Colegio Rosales, si comparamos el dato del inventario de 1880 con lo que informaron las autoridades del Colegio a finales de la década. Informaba el ingeniero Orozco hacia 1889 que las obras que habían prestado los profesores habían regresado a sus dueños y la Biblioteca reunía, con manifiesto optimismo, 3,000 volúmenes. Respecto de los usuarios, sin saber el número para 1880, podemos estimarlo sabiendo que el director Orozco reportó en 1889 que concurrían diariamente 30 lectores (Cruzado, 1890, pp. 50-51).


Referencias

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, t. I (1873a). Decreto núm. 58 del Congreso del Estado (Mazatlán, marzo 27 de 1873). Mazatlán: abril 13.

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, t. VIII, núm. 27. (1880). Libros del Colegio Nacional Rosales. Culiacán Rosales: septiembre 12.

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Martínez de Castro, M. (1882). Memoria general de la administración pública del estado presentada a la H. Legislatura por el Gobernador Constitucional, el 15 de setiembre de 1881 (p. 161). Culiacán: Retes y Díaz.

Monjaraz Buelna, R. (1947). Datos para la historia de la Universidad de Sinaloa. En Letras de Sinaloa, I (3) 9. Culiacán: mayo.

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